El sindicalismo es un movimiento “político” y obrero (a pesar de que la tecnología a dejado a los obreros sin trabajo, destruyendo la esencia del llamado “proletariado”) surgido en Francia e Italia, como movimiento obrero que pretende destruir el estado y el capital, para dejar los medios de producción en manos de los trabajadores mediante la autogestión. Este pensamiento concuerda con el anarquismo, por lo que detesta la formación de un estado centralizado, y lucha contra el estado mismo. El sindicalismo es enemigo del capitalismo, y su modo de actuar es mediante huelgas, sabotajes, acción directa.
El sindicato es el arma de lucha de la clase trabajadora.
Este medio de organización para los trabajadores es muy útil para mejorar sus condiciones de trabajo en la sociedad, pero la causa del sindicalismo va más allá de eso, pretendiendo abolir la autoridad y el estado, junto al capitalismo, y dejar en manos de los trabajadores y las trabajadoras los medios de producción, la propiedad (colectiva), y dejar las decisiones en manos de las masas trabajadoras.
A veces este movimiento revolucionario y reivindicatorio se confunde y mezcla con el comunismo actual (autoritario), y a veces se apoya en el anarquismo, movimiento más que similar al comunismo autoritario.
Pero lamentablemente el sindicalismo se encuentra en decadencia en este siglo, y solo se limita a pequeñas reformas dentro del sistema. Siempre amenazado por el terrorismo de estado, por los patrones, acosado por sobornos, atentado por los esquiroles, luchando contra la represión que la democracia lanza contra el/la trabajador/trabajadora.
Es por ello que al sindicalismo más apegado a su causa originaria se le denomina sindicalismo revolucionario, o anarco sindicalismo, que propone como solución social el comunismo libertario, o colectivismo autogestionario. Un sistema federativo y descentralizado, de hombres y mujeres libres e iguales.
El sindicalismo llama a su idea realizada Comunismo Libertario, un sistema sin propiedad, ni estado. Donde el mutualismo es a base de la sociedad, y la producción y los medios quedan en manos de quines produzcan.
Es común ver en las noticias paros de trabajadores, paros nacionales, o a veces pequeñas manifestaciones o ceses del trabajo temporales, y a veces no tan pequeñas. Incluso se ve como se arman barricadas, como se sabotea, como se exige, y después de una extensa presión social se consigue lo anhelado por las trabajadoras y los trabajadores. Podemos ver también como los estudiantes y hasta la burocracia se organizan y luchan por algo, pero el solo organizarse tiene un sentido grato de solidaridad y responsabilidad, de lucha y de conciencia, de un sentido natural de los seres humanos la voluntad y la conciencia revolucionarias.
Esto significa que los sindicatos chilenos cobran mayor fuerza. Se organizan bien. Se entiende lo que significa el compañerismo, la fraternidad. Dejando de lado a los infiltrados por el terrorismo de estado, enviados a manchar el nombre de la organización obrera. Pero muchas veces se queda solo en eso, el sindicalismo olvida un gran término: la revolución permanente. No solo nos conformemos con pequeños cambios, pidamos más y más, es lo que le toca por justicia ética al trabajador y la trabajadora de esfuerzo y honradez permanente.
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