En Chile no hay anarquistas1
Frecuentemente oímos decir, en Chile no hay anarquistas, porque si hubieran
arrojarían bombas o matarían a las autoridades perversas; o bien, los anarquistas existen en
los países monárquicos porque la tiranía que se ejerce en ellos es terrible y no en los países
republicanos donde gozamos de libertad.
Algunos llegan a suponer que los anarquistas llevan siempre luenga barba, ojos
exaltados y el rostro ceñudo.
Así razona la mayor parte del vulgo. Ese es el concepto que del anarquista se ha
formado, porque esa ha sido también la eterna cantilena de la prensa mercantil.
La prensa ha presentado siempre, a los anarquistas, como seres anormales,
criminales y regicidas, para ensombrecer los ideales y llevar el horror al pueblo por tales
ideales. Y casi, casi, lo ha conseguido. No son pocos los ignorantes que quedan, que creen
aún en la perversidad de los anarquistas.
Esa buena gente que así nos juzga debe saber que los anarquistas no somos locos ni
criminales, ni el físico ni la contextura nuestra tienen nada de extraordinario ni distinto de
los otros seres.
Por el estudio, el análisis, las inducciones y deducciones hemos llegado a
comprender que la constitución de la sociedad actual está edificada sobre bases inhumanas,
bárbaras y criminales.
Que la propiedad privada es el fruto del robo, del pillaje, del despojo realizado a las
generaciones pasadas y presentes.
Que la explotación de una clases sobre otra es la causa de la miseria de la mayoría y
el exorbitante lujo de la minoría.
Que el gobierno del hombre por el hombre es atentatorio a la salud, vida y
desenvolvimiento del individuo y, por ende, de la humanidad.
Hemos comprendido todo esto y hemos concebido que el hombre puede vivir
libremente, sin gobernantes, sin jueces, sin verdugos, sin policías, sin cárceles, sin
militares, sin códigos, sin dioses, sin capitalistas y sin capataces.
El hombre necesita vivir libremente, sin coacciones de ninguna especie, para el
desarrollo de individualidad, de esa individualidad que asegura a cada uno el pleno
desarrollo de todas las facultades, el “desenvolvimiento superior de lo que cada individuo
tiene de original y la más grande fecundidad de la inteligencia, del sentimiento y de la
voluntad”, sin más relaciones que la que resultan del apoyo mutuo, de la libre asociación y
del convenio libre.
Estas ideas de reconstrucción social, eminentemente humanas, que tienden a hacer
efectiva la libertad y felicidad colectiva haciendo a cada individuo libre y feliz, no han sido
elaboradas por un hombre o por un grupo, son –como dice Kropotkine– “un fruto
espontáneo de la época”; esas ideas son las que se han prendido en el cerebro de los
anarquistas, por las cuales trabajamos y a las cuales ajustamos nuestros actos y nuestras
prédicas escritas y habladas.
¿Y los atentados?, dirán muchos. Ciertamente, ha habido algunos atentados
cometidos por anarquistas, pero estos nada tienen que ver con la filosofía y finalidad del
anarquismo. Sus actos han sido determinados por factores ajenos a la idea y, por tanto, no
puede decirse, hacen mal en decir, que los anarquistas son criminales y forman una
asociación de malhechores, como no puede decirse los frailes son estupradores de niños,
porque aquí, allá y acullá de algunos de ellos han atentado en esa forma; como no puede
decirse que los radicales son ladrones, porque algunos de ellos han robado; como no puede
decirse que conservadores son asesinos, porque algunos de ellos han dado muerte a otros.
Los actos de un individuo no hay porqué cargarlos a la colectividad, ni es razonable
juzgar a todos por los actos de un individuo. La prensa ha usado ese procedimiento por el
prurito de desprestigiar a los anarquistas, olvidándose del aforismo, que dice: “con las varas
que mides serás medido”.
Esa podre gente que tan mal nos juzga puede darse cuenta que nuestras ideas no son
siniestras ni nada tienen de terroríficas y sí muy humanas, y podrán darse cuenta que en
Chile hay anarquistas aun cuando no se tiren bombas, aun cuando vivimos en un país
republicano, porque aquí, como en los países monárquicos o autocráticos, hay injusticias
que denunciar, explotación que combatir, tiranía que exterminar y privilegios que anular;
hay, en suma, hambre y miserias que es necesario extirpar, y, por encima de todo, está la
libertad que se nos priva y que es menester conquistarla, porque los detentadores de ella no
la cederán.
SOUVERAINE.
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Texto aparecido originalmente en el Semanario El Sembrador, n° 8, Año I, Iquique (Chile) Sábado
23 de Setiembre de 1922.
fuente: http://grupodeestudiosgomezrojas.wordpress.com